El mejor regalo que podemos dar y que podemos darnos

Se acerca la temporada de diciembre… Y, con ella, llega a nosotros la pregunta de cada año: ¿qué ofreceremos como regalo a nuestros seres queridos en Navidad? 

A algunos, pensar en estos obsequios los ocupa más, a otros menos… Pero con seguridad, a todos nos ocupa la mente, el tiempo y los recursos en alguna medida. Está bien darse algunos presentes y manifestarse el cariño de esta manera. Para muchos, es una tradición que sigue siendo entrañable y agradable. Para otros es gravosa, difícil, obligatoria o poco placentera. 

En medio de este pensar en el regalo que vamos a dar a cada quien en esta temporada, quiero invitarte a considerar algo que he venido meditando en el último tiempo, y que concluí, podría llegar a ser uno de los regalos más grandes, cruciales, determinantes y amorosos que pudiéramos darnos a nosotros mismos y darle a los seres que tanto queremos. 

Hablo del Compromiso de hacerse cargo de sí. Lo escribo iniciando en mayúscula  y con negrita porque para mi significa eso: un compromiso mayúsculo. No es cualquier cosa. Es un contrato para toda la vida, cuando decidimos tomarlo. Y es que hacerse cargo de sí mismo, no es algo que se aplique de manera tan común o tan corriente como podemos llegar a creer. No es algo que realmente asumimos todos los seres humanos, por el hecho de ser cronológicamente adultos y por tener un trabajo y proveer para un hogar. Hace falta mucho más que eso, aunque lo implica también. 

Comprometerse a HACERSE CARGO DE UNO MISMO, es firmar el acuerdo inicial con el propio Ser y con la propia vida, para adquirir el conocimiento y la práctica necesaria para lo que eso significa. Y es que no es un concepto estático, porque se nos va ampliando a medida que vamos ganando terreno en la diferenciación de lo que somos individualmente, de forma cada vez más consciente.  Entonces encontramos que HACERSE CARGO DE SÍ, implica muchos pasos que hemos dado por sentado, pero que no necesariamente hemos caminado: 

Verse. Realmente Verse. Reconocerse. Validarse. Aceptarse y aceptar todo lo que ha pasado con nuestra vida, tal y como ha sido. Dis-culpar y dis-culparnos. Asumir la responsabilidad de nuestra parte. Soltar y respetar lo que le corresponde a los otros.  Aprender cómo hacer para obtener y replicar resultados más satisfactorios en cada área de nuestra vida, a partir de los errores. Todo lo anterior, significa al final, también renunciar a nuestro apego al VICTIMISMO. Y todo ello, según como lo veo, sumado, significa empezar a amarse realmente. O mejor, empezar a permitir que se manifieste nuestra innata esencia amorosa, sin tantas obstrucciones. Y cada vez con menos bloqueos. 

Una parte de los pasos iniciales en este camino de autoconocimiento y transformación, que no puede omitirse, así como no podemos evitar pasar por la portería del edificio de nuestro mejor amigo para subir a su departamento, es INGRESAR A TRAVÉS DE NUESTRO CUERPO. Es la experiencia corporal, el primer contacto con la realidad de nuestro ser. Vamos por la vida siendo inconscientes de nuestro propio cuerpo, de nuestras necesidades más básicas, de cómo caminamos, cómo respiramos, cómo nos movemos, cómo comemos, a qué hora nos da hambre, sueño, irritación… Vivimos la vida en automático muy desconectados de lo MÁS EVIDENTE DE NUESTRA EXISTENCIA EN ESTE MUNDO MATERIAL: NUESTRO CUERPO. 

Entonces, no va a existir un proceso de maduración real del ser humano, de crecimiento hacia la adultez, si primero no asumimos la realidad de nuestro cuerpo, si no lo conocemos mínimamente en su funcionamiento, en sus necesidades, si no aprendemos a escucharlo compasivamente, cuidadosamente, como lo haríamos con nuestra amada mascota, como lo haríamos con nuestros hijos cuando son bebés… estando allí enteramente presentes, enteramente atentos, dispuestos a ser quienes resolvamos las necesidades de ese ser. 

LA PUERTA DE ENTRADA es nuestro cuerpo. Entonces, la reflexión que quiero proponerte hoy es: Plantéate dar el regalo material que quieras a tus seres queridos. Está bien. Pero también plantéate el propósito de regalarte y regalarles el bien más preciado que les puedes donar: CUIDAR DE TI MISMO. Empezando por tu cuerpo. Tu cuerpo te va a llevar a cuidar de tus emociones, de tu energía… Y así, vas a ir profundizando en capas cada vez más hondas hacia tu crecimiento. Y es que el crecimiento no es un proceso hacia la expansión externa, es un proceso de expansión interna. 

Te has puesto a pensar alguna vez, que si tú cuidas de ti, podría ser el mejor legado que le dejas a los que dices amar tanto? ¿Por qué? Porque TODO AQUELLO QUE APRENDAS A  HACER POR TI Y PARA TI, YA OTROS NO TENDRÁN QUE ASUMIRLO EN TU LUGAR, por el hecho de que tú no te hayas hecho responsable, cuando has tenido la capacidad humana, mental, física para hacerlo. No hablo de los momentos ya extremos de complicada enfermedad y discapacidad, donde indefectiblemente dependemos de otros. Pero aún siendo así, quien está en esta condición podría preguntarse de manera constructiva, no para generar culpas, sino para poder asumir responsabilidades: ¿Cuánto de esto podría haberse prevenido o mitigado si yo hubiera cuidado de mí mismo cuando pude hacerlo? 

Y qué tal si por fin decides QUE TÚ SÍ PUEDES TOMAR DECISIONES DE AUTOCUIDADO y comprendes que el humano principal sobre el que la vida te “pide cuentas”, es sobre ti mismo… Y entonces te propones revisar conscientemente aquello a lo que te expones, y cuidas tu energía, y comes solo  lo que te hace bien, y buscas protegerte de ambientes dañinos…Qué tal si valoras tu organismo como un diseño hecho para el movimiento y encuentras la manera de moverte para mejorar tu salud y para recargar tu motivación, tu alegría de vivir, renovar tu energía… Y si tú mismo, buscas la información que necesitas para educarte sobre las características, funciones de tu cuerpo… Y si tú mismo, buscas ayuda profesional cuando tus síntomas o tus situaciones sobrepasan tus posibilidades? 

¿Qué tal si dejas de ponerte en último lugar y priorizas tus necesidades? Si por ejemplo, además de tu cuerpo, cuidas tus finanzas y las proyectas a futuro previendo algunas variables o atenciones que puedes llegar a necesitar cuando avances en edad?  

Date cuenta que cuando haces cosas por ti, muy contrario a lo que nos dijo la educación de la tradición judeo-cristiana, no estás siendo egoísta, sino estás pensando en que cuando TÚ TE HACES CARGO, TAMBIÉN PREVIENES CARGAS difíciles de llevar y a veces, dolorosas para tus seres queridos. Con ello, también les das más libertad para que ellos puedan vivir sus vidas, hacer sus planes, disponer de sus recursos, sin preocuparse de más por aquello que tú no puedes darte a ti mismo. 

Así que si tu excusa en la vida ha sonado como algo parecido a esto: “no puedo hacerme esta revisión médica porque primero hay que pagar el colegio de mis hijos”, “No tengo tiempo para dormir porque tengo que trabajar horas extras para pagar la manutención de mi madre”, “Como a la hora que pueda, porque primero tengo que terminar todos los oficios, atender a mi familia, o terminar el trabajo… “ 

Y cuando la represa de nuestra vida se ve ya rebosado¿a por estas excusas, nos llega el agua al cuello, a través de una gran enfermedad que nos incapacita, por ejemplo, y allí sentimos el freno de mano de la vida, que nos recuerda que solo somos humanitos y que la única forma de DONARNOS VÁLIDAMENTE A OTROS, es haciéndonos realmente cargo de nosotros mismos primero. Si somos una tinaja vacía, que no se ha ocupado de generar sus propios contenidos, de autoabastecerse para calmar su propia sed, mucho menos podremos calmar la sed de alguien más. 

Era al revés. Nos enseñaron al revés. Valdría la pena darnos el regalo de la apertura de conciencia. El regalo de darnos cuenta que solo podremos ver a los otros con ojos amorosos, cuando nos hayamos visto nosotros con esos ojos de amor, que muchas veces nos hemos negado, por pensar y sentir que merecíamos el desprecio y quienes merecían el honor, el cuidado y la atención siempre fueron los otros. Gran error pedagógico en nuestras sociedades. Aprendimos a ser tinajas vacías con ínfulas de grandes abastecedores de otros. Nada más falso que intentar dar aquello que realmente no se tiene. 

La medida del amor que damos, es la medida del amor que nos damos a nosotros mismos. Hora de aceptar la verdadera calidad del “amor” que hemos profesado hasta ahora, con humildad, con curiosidad de aprendizaje (no con culpa).  Aceptar esta verdad quizá sea  la única manera de despertar y vivir el proceso del reconocimiento y manifestación del Verdadero Amor en nosotros. Como diría Virginia Gawel, será el principio del fin del Autoodio. 

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Dorian • Salud para ti •

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